Al golf se puede jugar solo o hasta
cuatro jugadores máximo, aunque a veces no nos deberían dejar jugar a ninguno por
lo mal que lo hacemos.
Seguramente alguna vez lo hayamos
hecho, me refiero a jugar al golf nosotros solos, pero a mí me parece algo
aburrido al que le falta un ingrediente importante como es la compañía, ya que
es el único deporte en que se puede hablar mientras se va jugando. Solo si te
lo planteas como un entrenamiento puede tener algo de interesante. En este caso
normalmente uno empieza seriamente, jugando dos bolas y apuntando el resultado
de cada una de ellas como si fueran dos partidas diferentes, pero llega un
momento en el que los golpes no son todo lo buenos y se empieza por repetirlos,
en otros casos la bola se va a un sitio difícil de jugar y uno se la coloca mejor,
y así se van haciendo poco a poco trampillas sin importancia, que al final hace
que los resultados sean tan excelentes como falsos. Además, a los que no vemos
bien, es una gran ayuda para ver y encontrar las bolas.
En todos los campos habrá grupos de
juego e imagino que hasta a algunos se les habrá puesto un nombre cariñoso, en
Saldaña y Lerma están los Rubios, los Gorruchos, los Reguladores, los Divinos, y
la gran Peñita como no. No me puedo olvidar de mi grupo los Albatros claro -de
ahí el título de esta columna de golf que escribo con mucha osadía y sin ninguna
pretensión por mi parte- y con los que
me encanta jugar. Mis “albatrillas”, Chus, Begoña, María, Pilar y últimamente
Mar, y como no los “albatrillos”, Andrés, Javi, Mauri, Miguel Ángel, y los
incorporados después Susilla, Roberto y José Mari, no pudiendo olvidarme de los
que lo dejaron, Adela y Marce, el Delgado, y el Breta, que no se me podían
olvidar y a los que se les echa de menos.
Disfrutar de los amigos y lo dicho,
jugar solo? no gracias.