Ya hace tiempo comenté en un
artículo titulado “Jugar solo, no gracias”, que aunque el golf es un deporte individual
y se puede jugar en solitario, no hay nada mejor que hacerlo con amigos. Si a
esto le añadimos el poder jugar formando un equipo con ellos, la cosa cambia mucho
y se hace más ilusionante.
Recientemente se han celebrado dos
torneos en los que había que hacer “piña”. Uno de ellos con la inestimable
participación de un profesional, un PRO-AM, y posteriormente uno de dos días por
equipos.
Aunque el juego es menos
participativo que en individual, eso es cierto, también es mucho más estratégico
y para mi mucho más divertido. Si encima tus compañeros juegan mejor que tú, lo
que no es difícil en mi caso, y te sacan las castañas del fuego, la partida no
decae y se hace muy cómoda. El orgullo personal hace que uno se esfuerce en
aportar su granito de arena, y no del búnker precisamente, y sentirse útil al
equipo.
Si a lo estrictamente del juego le
añades un poquito de uniformidad, hace que uno se sienta mucho mas unido, le da
un toque especial. Parece una tontería pero no lo es.
Tanto es así que en la competición de
golf por excelencia, la Ryder Cup, el juego es por equipos, totalmente
uniformados, con distintas modalidades de juego; ocho encuentros foursomes, ocho encuentros fourball y doce partidos individuales, y sumando al final
los puntos de cada equipo. Creo que sin lugar a dudas es el torneo más
entretenido y que más engancha a los aficionados, y seguro que a ellos les hace
sentirse equipo de verdad.
De vez en cuando viene bien cambiar
el juego personal y disfrutar de esta alternativa, algo que deberíamos hacer más
a menudo.
Se deberían propiciar por parte de los
clubs más competiciones de esta modalidad, tipo Ryder, con grupos formados por los
socios que jugamos más habitualmente. ¿Casi todos pertenecemos a alguno no?. Sin
descartar tampoco los torneos interclubs, que en otras zonas son muy habituales.
Es una idea sin más.